Hace ya casi cuatro décadas que luchamos contra ficciones que
diseñan y modulan los nacionalistas de turno en virtud del nivel de debilidad
que comprueben en el gobierno nacional, o en función de lo errores en la gestión
de los propios nacionalistas ayudandose a correr la cortinilla de humo o de vergüenza.
Y en España nadie se cansa. Argumentamos y rebatimos con
paciencia y el rigor que otorga la historia, en contra de ideas sin pilares sólidos que
aparentan proyectos en movimiento, reales y hasta bonitos si me apuran.
Son ilusiones que ilusionan a una minoría de españoles y que intentan vender para poder representar algo
alternativo a la realidad aplastante. Son el conejo salido de la chistera pero han visto negocio y de eso viven. Lo
disfrazan de sentimiento, pero es un proyecto político inviable en la España de hoy. Muy asiduamente lo
presentan como un derecho que un enemigo externo les ha arrebatado y para justificar esto pervierten la historia, criminalizan a los compatriotas y cuela. Vaya si cuela.
Gracias a esa ilusión
que parece creada sibilinamente por un laboratorio de experimentación sociológica,
ha habido en este país nuestro, individuos
armados y organizados que creían conseguir hacer la ilusión realidad matando,
delinquiendo o abanderando causas perdidas que solo eran usadas de excusa por
los adoctrinados en el negocio de la bomba y la pistola.
Ahora muchos de los ilusionistas
asesinos han salido de las vísceras del caballo y nos han invadido desde
dentro para tomar Troya e incendiarla. Ya huele a
chamusquina. Otros ilusionistas que no matan ni secuestran, pero presionan
jaleando violencia a la que llaman de forma tramposa libertad de expresión y
derecho a decidir nos impregnan de insultos y agresividad. Estos, menos burdos,
plantean desafíos a los españoles y a la soberanía nacional para quedarse con
lo que no pueden quedarse y gozar de privilegios que no les corresponden. A
cambio, destruyen una democracia que aunque tenga carencias, la fabricaron nuestros
abuelos con tolerancia, cesiones y creían que con lealtad. La democracia Española es muy débil pero muy real.
El proyecto nacionalista no se mueve aunque lo parezca, porque no cabe en España. Habría que dejarlo claro.
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